lunes, 8 de julio de 2013

Los peligros del ministerio 1

En los últimos 12 meses, mi vida ha dado un vuelco. Son contadas las ocasiones en las que a lo largo de la vida utilizamos esta expresión para referirnos a una etapa clave de nuestra historia particular. Al casarnos, cuando nace el primer hijo, al sufrir la muerte de un ser querido, al divorciarnos, al padecer una enfermedad terminal… Algunos de estos vuelcos o cambios, son totalmente inesperados, otros, los vemos venir… incluso los planificamos. Pero, casi siempre el resultado acaba siendo distinto de lo esperado.
Más o menos por estas fechas, el año pasado mi familia y yo nos trasladamos a vivir a Barcelona. No fue un cambio radical (como otros que ya hemos experimentado) de un país a otro, ni siquiera de una provincia a otra. Sólo nos hemos desplazado unos 40 Km; de Vilafranca del Penedés al distrito 22@ de la ciudad de Barcelona. Sin embargo, el cambio ha sido, en varios sentidos, mucho más radical que en otras ocasiones.
En los últimos 12 meses, la vida nos ha dado un vuelco y no tanto porque hayamos cambiado de vivienda, o los niños hayan cambiado de colegio, de barrio y de ciudad -como de hecho así ha sido- o porque haya tenido que cambiar mi rutina de trabajo (al cambiar de ministerio)… todo eso puede contribuir en mayor o en menor grado; pero nunca es determinante. De hecho, a lo largo de este año han ocurrido algunas de las cosas que antes mencionaba como eventos que pueden marcar de forma especial una etapa en nuestras vidas, pero ninguna de las cosas que nos puedan llegar a pasar serán, en último término, determinantes si el elemento clave de nuestra existencia es Dios. El problema está cuando el cambio que se produce (por pequeño e imperceptible que sea) es, precisamente, en nuestra relación con Dios.

Entre ésta y la siguiente entrada, voy a compartir un artículo (originalmente escrito por Tim Keller y adaptado por el equipo de The Resurgence) en el que el pastor de Manhattan nos habla de los peligros que conlleva el ministerio cristiano. Desde que lo leí hace un par de días, me vi reflejado a mí mismo en varios aspectos a lo largo de estos doce meses; tratando de luchar contra los cambios que se habían producido en mi vida y en la vida de mi familia debido a la presión, la carga, el desafío y las nuevas dinámicas que se generan a partir de una nueva etapa de ministerio.
Aunque el artículo se dirige principalmente a personas que (como yo) nos dedicamos a pleno tiempo al ministerio cristiano, estoy seguro que cualquier persona que lo lea (indistintamente de cual sea su ocupación) podrá sacar provecho de lo que en realidad es una versión condensada de un artículo mucho más extenso que podéis leer en su totalidad (en inglés) siguiendo este enlace.
Según Keller, el ministerio tiene la capacidad de cambiarnos. Ya sea que actuemos como voluntarios, pastores o miembros comprometidos en la vida y el ministerio de una congregación, cuando servimos y ayudamos a los demás, no podemos evitar que esto, a su vez, tenga un efecto en nuestras propias vidas. El ministerio nos hace ser mejor o peor cristianos, pero nunca nos deja igual que estábamos.
Espero que este breve artículo pueda ser de tanta ayuda a otros como ha resultado serlo para mí estos últimos días. Y ahora, sin más os dejo con la traducción y adaptación de esta importante palabra de advertencia y estímulo.
Siempre es gratificante ver cómo alguien se vuelve activo en el ministerio de la iglesia, en lugar de permanecer como un mero consumidor de productos espirituales. No hay nada que te pueda llenar más que ver vidas tocadas y cambiadas a través de tu ministerio, ya sea que actúes como voluntario, líder, ministro o empleado [de una iglesia u organización cristiana].
Pero la Biblia nos llama a ser cautos. Por su propia naturaleza, el liderazgo cristiano implica exaltar la gloria y la hermosura de Dios por encima de cualquier otra cosa. Significa señalar [o hablar] acerca del valor y la hermosura de Dios para que otros la vean, aún cuando tu propio corazón se muestre insensible e incapaz de captar nada del amor y de la gloria de Dios. Como alguien que está llamado a servir a otros, ¿cómo sobrevivirás cuando te ocurra esto? A continuación, dos cosas que podemos recordar.
1. Vigila tu propio corazón
Lo primero—y más apropiado—que debes hacer es vigilar tu propio corazón con mucha más diligencia de lo que lo harías si no estuvieras en el ministerio, así como también debes ser muy disciplinado a la hora de guardar un tiempo de forma regular para la oración diaria.  Estos momentos ayudarán a que tu corazón entre en calor en lo que se refiere a Dios. La oración puede avivar la llama de esa realidad, permitiéndote hablar a los demás a partir del sustento diario que recibes de Dios.
A pesar de ello, podrías continuar sintiendo que tu corazón está espiritualmente seco o muerto por un largo período de tiempo. En tal caso, convendrá que mantengas aún con mayor constancia y diligencia tu tiempo de oración.  Reconoce con humildad tu sequía espiritual ante Dios y toma la determinación en tu corazón de confiar en él y buscarle a pesar de y durante todo ese tiempo. Actuar de esta forma es en sí mismo un gran paso de crecimiento y madurez espiritual. Si en lugar de evitar la oración, le hablas a Dios de tu sequía espiritual, lo que haces es recordar tu debilidad y lo mucho que dependes de su gracia para absolutamente todo. Se trata de volver a poner en su lugar lo importante  y precioso que es permanecer en Cristo.
continuará…

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