martes, 19 de mayo de 2015

Pastor con autoridad


Carlos Cuauhtécmoc Sánchez, escritor mexicano, cuenta en su libro Los ojos de mi princesa 2 un lamentable incidente con un motivador llamado Mariscal Adalid. El famoso gurú en liderazgo y motivación, tras ser descubierto por José Carlos (personaje principal de la novela) con la jefa de edecanes en una situación prohibida para un hombre casado, para justificar su falta le argumenta entre otras cosas lo siguiente: 

"Le doy a mis hijos afecto, atención y buen ejemplo. Sin embargo, no soy esclavo de ellos-, no daría la vida por ellos; no me permito sufrir a causa de ellos. Aunque mi ideología suene egoísta, es la forma de pensar más sana para todos, incluso para ellos... Ella (su esposa) y yo tenemos convenios de adultos. Nuestra sociedad conyugal ya no está lastrada de romanticismo inútil. Vivimos juntos porque a los dos nos conviene, pero cada uno tiene sus libertades. ¡Como debe ser en toda pareja!. Le doy dinero ara su manutención, Claro. Al principio de nuestro matrimonio pensábamos diferente. Creíamos que el amor resolvería todo. ¡Pero con el tiempo nos dimos cuenta que éramos muy distintos! Yo me hice famoso. Comencé franquiciando a Napoléón Hill, y muy pronto me independicé. Soy típico caso del alumno que supera al maestro (modestia aparte). Recibí contratos de compañías transnacionales para congresos...Un día llegué de viaje y hallé sobre la mesa dos maquetas que había armado para que nuestros hijos las presentaran como la de ellos. Le dije -Acabo de visitar siete ciudades. En todas las plazas me aplaudieron de pie. Soy un anunciador del poder humano. Así que no voy a permitir que nuestros hijos hagan trampa en la escuela... Mi esposa comenzó a gritar obscenidades. Comenzó a destruir las maquetas... y me preguntó - ¿satisfecho?- No respondí. Entonces fue al mueble donde tenía arreglado mis libros y comenzó a tirarlo todo al suelo y me dijo - ¿satisfecho? - Estás mal de la cabeza dije. Sí. Ve y dile a todo el mundo que eres perfecto, pero te tocó cargar con una esposa llena de defectos... -me dijo- Tomé mi maleta y le advertí que me iba a ir de nuevo y ella me dijo - Pues lárgate, en esta familia no te necesitamos. Si alguien me pregunta, le diré al mundo que el gran motivador es un hipócrita. Observé la puerta entreabierta de las recámaras. Mis hijos estaban escuchando. Entonces decidí quedarme. No le daría el gusto de desacreditarme... Desde entonces, mi esposa y yo no tenemos relaciones de intimidad. Ella es una mujer práctica. Buen madre y ama de casa... yo decidí seguir ascendiendo por la escalera del éxito. Soy un triunfador. Le pese a quien le pese; siempre lo he sido y siempre lo seré".

La sociedad actual está llena de personas como el Mariscal Adalid (en realidad un personaje ficticio) que gozan de buena reputación y les sonríe el éxito en cada paso que dan, en cada plan que emprenden. Y es que ser exitoso en este mundo con frecuencia no es sinónimo de estar haciendo las cosas como Dios quiere. Muchos enseñan sobre la educación de los hijos cuando no tienen ninguno, y otros gozan de hijos mal educados. Y ¿qué decir de los terapeutas familiares y especialistas en familias de éxito que apenas y se hablan en casa o como Mariscal Adalid solo viven porque "les conviene a ambos?"

Hace algunos meses leí que el famoso tele-evangelistaBenny Hinn pregonero de la teología de la prosperidad hace años admitiera que está endeudado y estaba pidiendo a sus fieles a que le ayuden a pagar dichas deudas millonarias. También es conocido queRobert Schuller ícono de la teología de la prosperidad terminó vendiendo su iglesia a una archidiócesis católica el año pasado. Y quién no recuerda a Jimmy Swaggart, famoso predicador pentecostal, pionero del televangelismo que confesara públicamente su inmoralidad sexual. Todos los casos anteriores y otros más que probablemente no conozcamos y conozcamos pero que son reales muestran que somos humanos. Somos de carne y hueso. ¿Simple?

Pero ¿qué es lo que motiva a escribir esta reflexión? En muchas ocasiones he recomendado el sabor de un alimento que jamás he saboreado. Algunas veces he dado consejos de asuntos que no he vivido. Cada día lucho y oro al único que nos enseñó que se puede enseñar conautoridad. Que es posible decir este fruto es delicioso porque lo probé y sé a qué sabe. Y esto jamás será posible si no hacemos lo que Cristo hizo y no dijo que hagamos: "Separados de mi, nada podéis hacer" (Jn.15:5). El ser humano no puede ser bueno por naturaleza, por naturales estamos inclinados a vivir una vida de apariencias, de mentiras... pero en Cristo, con Cristo y por Cristo las caretas se caen, y actuamos como Pablo nos dice: "sed imitadores de mi, así como yo soy de Cristo" (1 Cor.11:1).

Quiero estar atado a ti buen Maestro. Quiero ser un buen pastor, en mi casa y para mi iglesia.

Heyssen J. Cordero Maraví

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